De todas las cosas equivocadas que uno puede hacer en una relación (cualquier relación), espiar es la peor, porque pone al otro en una posición de vulnerabilidad e indefensión tal que no lo podrá sobrevivir ni justificar si es descubierto, no ya en una felonía, sino, simplemente, en un pensamiento inesperado. Pero si este argumento no fuese convincente, hay otro que sí lo es: Uno tiene que tener un espacio íntimo para el error, y la comisión de una falta puede ser pasajera, si no trasciende. Cuando espiamos al otro, lo estamos ultrajando. Hay en el que espía un deseo destructivo, y un afán por dominar todos los espacios de otro que no le pertenecen; como son sus pensamientos y sus actos no confesos. Todos tenemos derecho a equivocarnos. Si amas a alguien no lo espíes. Si lo espías, es que no lo amas.