Un cuerpo dentro de otro

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muerte celular

Mi cuerpo está dentro de otro cuerpo social en el que no quiero estar y del que no me puedo salir. Soy una vida dando vueltas en un organismo que consume cosas que no quiero para mí. Padezco todas las disfunciones de un ente fundamentalmente estúpido  y tengo que luchar contra un torrente de puerilidades y miserias odiosas que demandan la mayor parte de mis energías.
       Esta vida gigantesca, de la que formo parte, tiene otros ecosistemas hermosos fuertemente protegidos por gruesas paredes de impunidad y misterios. Esos lugares dignos y bellos se conectan entre sí por túneles de cristal. Puedo ver a sus residentes llevando sus privilegiadas existencias de un lado para el otro mientras me pregunto qué cojones ha sido lo que los han llevado allí.
       Mientras tanto, mi cuerpo social ingiere miserias contras las que, cada vez, tengo menos defensas. Casi no me quedan anticuerpos para sobrevivir en este torrente dañino.
       Mis células colindantes ya han detectado que “no soy como ellas”, en realidad no soy un peligro, pero ellas me ven como una deformación; como un virus, pero uno tan insignificante que no les compensa emprender una batalla. Saben que el cese de mis funciones vitales es inminente. Es solo cuestión de esperar.    
      

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