Marilyn; un verso único.

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La belleza de Marilyn puede ponerse en duda, pero lo que no se puede poner en duda es que fue, probablemente, la mujer más auténtica de cuantas estrellas haya tenido Hollywood. (La gente no querría saber que también fue profunda y sensible).Millones de mujeres se le quieren parecer, a veces incluso durante algunos fotogramas lo consiguen. Pero luego, cuando observas la mirada de las imitadoras, cuando las ves moverse, te das cuenta de que no se le parecen en nada. Y a partir de allí no solo no se le parecen en nada sino que se convierten en torpes rudimentos plagados de artificios y falsedades que da un poco de vergüenza mirar.

La imitación revela una torpeza y a la vez una crueldad; la evidencia de que todo acto creativo ha sido maniatado para siempre.

La mayoría de la gente es imitadora, no de algo sino de todo. No son conscientes de lo mucho que perjudican la evolución con la vida duplicada que llevan. Aunque estas personas vivan cien años no son sino una prueba de que también el fracaso es longevo.

La gente debe saber que la factura de las innumerables contorsiones que deben hacer los imitadores para impedir su novedad, la pagamos sobre todo los que odiamos la insistencia de lo mismo.

Nadie sale ileso de vivir. Pero el «éxito» de la vida no consiste en vivir cien años siendo un estribillo, sino en haber conseguido dejar la sensación de que fuiste un verso único.

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