Las redes sociales le hacen crecer uñas feroces a las manos más tranquilas. La mayoría no está conforme con escribir sus pensamientos, quiere tallarlos en la piel del otro.
Hemos creado una forma horrenda de expresión humana. Las llamadas redes, no son sino cepos; trampas que sirven para atrapar al “confiado” por una de sus “extremidades” y que permanezca dando alaridos hasta que «la jauría» lo remate.
Sabíamos que la frustración puede volver a alguien feroz, lo que nadie imaginó fue que la ira se volviese tan popular. Hoy hay que pronunciarse  de manera encarnizada; no dudar jamás, atacar al que titubea, al que tantea en la oscuridad, al que oscila porque quiere encontrar un centro de equilibrio. Hay que acosar a quien no quiere ser tajante cada día.
Se sabe que el fulgor de una estrella cuando muere brilla más que millones de soles durante años. Puede, por tanto, que esa estrella que hoy te guía haya desaparecido hace tiempo y estés siguiendo el rastro de una luz muerta que te conduce de lleno a un agujero negro. No será Google Maps lo que te saque de esa oscuridad, será un humano lleno de paciencia que no contesta al rencor. Luces vivas, les llamo yo.

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