La casa de un Hombre

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 Cuando entres a la vivienda de un hombre, veas lo que veas, aunque sea un caos, piensa que nada te revelará si estás en la casa de un psicópata o un tipo normal, por una razón muy simple; lo que define a un hombre es su universo exterior; su coche, su trabajo, sus amigos, su equipo de fútbol y los lugares a los que suele ir.
Para empezar, cuando entres a la casa de un tío, piensa que, puede que casi todos los muebles y enceres puede que hayan estado ahí antes que él. Un hombre no necesita personalizar nada, ni a él mismo. Los hombres prefieren copiar o imitar lo que funciona, aunque funcione como el culo. Las diferencias estéticas  entre la mayoría de los hombres son financieras. En el hombre todo está afuera, frecuentemente su vida también.Cuando un hombre habla de su casa, seguramente lo hará para mencionar el valor del inmueble. Un hogar bonito es una casa cara: a ver si nos entendemos. Un hombre, si puede, le pagará a un decorador para que le monte la casa entera incluyendo la vajilla y la ropa de cama. Y si puede alcanzar la perfección tendrá alguien que le prepare  comida, lave y planche, y le quite el polvo a la casa, y a él.
 Los únicos objetos domésticos por los que los hombres sienten devoción son aquellos que tienen botones, aunque los tipos adinerados y de buen gusto, tan solo tienen dos objetos domésticos a los que adoran; el enfriador de champán y cualquier invitada veinte años más joven. Si son muy mayores con un vaso de leche caliente ya es suficiente.
Los hombres carecen por completo de sentimiento de pertenencia a una cosa denominada hogar. Dentro de la casa que habita un hombre, salvo la nevera y el mando de la tele, nada es verdaderamente imprescindible. Eso facilita que otros seres vivos puedan estar más o menos a su bola, sin sentirse cohibidos ni amedrentados, esto vale para las personas y también los roedores.Es tan poco lo que un hombre requiere para sacar adelante su vida doméstica… apenas un abridor de latas y una nevera. Otra característica de las casas de los hombres es que deben estar bien despejadas de muebles y objetos, lo ideal es tener solo un sofá, una cama y un ordenador, en el sofá se puede comer y en la cama si no hay nada mejor que hacer, dormir.
   Los hombre no guardan objetos porque no le gustan los recuerdos. Prefieren tener deseos, que, al contrario de los recuerdos, se pueden sustituir.
El espacio físico que necesita un hombre para mantenerse vivo, no es mucho mayor que el de una comadreja. Los que quieren tener una gran casa, por lo general persiguen otros objetivos, que no es disfrutar del hogar en sí. Hay, por supuesto, hombres que adoran sus casas, estos frecuentemente también adoran a los hombres.
A partir de los cincuenta años, la mayoría de los hombres suelen hacerse más caseros, pero no es porque estén felices en su hogar, es que a estas edades ya se empieza a estar fuera de lugar casi en cualquier sitio público. Para los hombres que a los cincuenta años no han alcanzado nada remarcable, la casa es el único refugio tranquilo donde disimular el fracaso y sobrellevar el apartheid; estos, si realmente pudieran, se irían a vivir con esas tribus salvajes que comen una vez al día y el resto del tiempo se quitan los piojos tumbados en un lecho de hojas

– “¡Eso sí que es vida, joder! Y no esta mierda de existencia que llevo yo en este piso pulguiento que todavía no he terminado de pagar y ya tengo que hacerle mejoras porque se cae a pedazos”.Millones de hombres de cincuenta años piensan eso, lo sé porque los oigo aullar por las noches en los balcones y las azoteas.
La casa de un joven soltero, a los ojos de cualquier mujer, será siempre un sitio mejorable, pero un lugar estupendo para que los ratones y el gato cenen juntos en la cocina sin que nadie los molestes.
Cuando entres a la vivienda de un hombre, si quieres obtener una pista de cómo es su propietario, ve directamente al baño, mira el inodoro y el lavabo, si están limpios, estas en la casa de un tipo presentable. No esperes descubrir más de un hombre, solo con ver su casa. Para conocerlo, tendrás que tratarlo, no mucho, apenas un rato. Eso sí, una vez transcurrido ese rato, ya podrás asegurar que lo conoces bien.

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