Cuando una mujer se mira con atención en un espejo, según el día, lo reflejado podría ser una enemiga. Esto  no tiene nada que ver con  la autocrítica, ya que ese ser reflejado es sencillamente, otra persona. ¿Quién no ha visto una mujer odiarse frente a un espejo mientras se quita disgustada una vestido, al que insulta, porque no le queda… como ella quiere? Para conseguir que haya un debate femenino, no es necesario juntar dos o más mujeres, una mujer sola ya lo es. Las mujeres son, en primer lugar, víctimas de sus desconfianzas e inseguridades, antes que de las críticas externas. ¡Una mujer es capaz de desconfiar de otro que piensa exactamente igual a ella. Esta actitud de desconfianza está absolutamente justificada porque, para qué engañarnos, casi todos somos de poco fiar. Pero en el argot femenino “ser de poco fiar” no es, no garantizar o avalar un comportamiento noble sino, tener simplemente, una actitud imprevista. Así, por ejemplo, alguien que le ponga jengibre al café puede ser de poco fiar incluso para una mujer que desayuna tallos de apio con infusión de hinojo ¿Por qué no desayunará café con leche y un bollo cómo todo el mundo? ¡Qué raro! –pensará-. Para una mujer no hay que ser raro para ser de poco fiar, solo diferente de lo que ella espera. Tampoco te hagas muchas ilusiones cuando estés dispuesto a ser lo ella espera. El desgraciado que crea que obedecer es sinónimo de complacer, que se prepare para el infierno, porque las mujeres desprecian a los hombres dóciles tanto como odian a los autoritarios. Solo aman a los indiferentes. (durante un tiempo, nada más)

El enigma que las mujeres deben resolver, es: por  qué los hombres  que acaban en sus manos son estupendos y miserables, dependiendo del día; del día que ellas elijan.