Derecho a la victoria

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Atendiendo al conjunto cada vez mayor de ciudadanos/as en riesgo de no ganar nunca nada en ninguna competición; con grato placer me dirijo al gobierno de turno para solicitar que sus fuerzas progresistas que fundamentan sus principios en la defensa de la mayoría sobre los mejores, tengan a bien de promulgar cuanto antes una “Ley de derecho a la victoria” que permita a los/las más desfavorecidos/as competir con los/las más habilidosos/as en condiciones «mas justas» (adaptadas, que se diría).
Se trata de acabar con el monopolio de los/las que destacan por sus aptitudes naturales o adquiridas bajo el esfuerzo y la disciplina en favor de los que tienen, simplemente, derecho a ganar.

Para que sirva de ejemplo, se me ocurre que el fútbol DEBE ser:

  1. Un deporte jugado entre dos equipos cuyo número de integrantes varíe según los recursos de los clubes.
  2. El terreno, para evitar la castrante geometría del rectángulo, podría tener cualquier forma y tamaño mientras permita emplazar dos porterías equidistantes de un punto central.
  3. La dimensión de cada portería debería variar en función del tamaño del o la portero/a y de sus capacidades físicas; no es lo mismo ser un/a portero/a de 1,50 de altura que uno de 2 metros, ni es lo mismo un/a portero/a manco/a que uno/a con los dos brazos.
  4. El balón reglamentario debería cambiar en función de los/las jugadores/as, pudiendo ser cuadrado para los/las que tengan algún trastorno de coordinación, en cuyo caso se denominaría cuadrón. El balón o cuadrón se debería movilizar a través del campo con cualquier parte del cuerpo, excepto los/las jugadores/as habilidosos/as que tendrían que hacerlo solo con los tobillos.
  5. La indumentaria de cada equipo bien podría ser aquella con la que cada integrante sienta representada de manera inequívoca su raza, sexo, religión, condición social y cualquier otra cosa por la que desee ser reconocido/a.
  6. Los goles de los denominado grupos “con riesgo” deberían valer por dos, en tanto que los goles de los/las atletas con condiciones extraordinarias tendrían que valer la mitad y nunca deberían superar los 3 por partido.
  7. En caso de que, a pesar de todas estas reglas, los/las jugadores/as habilidosos/as, consiguieran ganar, para no ofender o herir el orgullo de sus rivales, se les debería restringir cualquier forma de celebración o festejo público. Más si resultasen ganadores/as los equipos formados por grupos de riesgo, la celebración debería ser obligada y sufragada con fondos públicos.

Apreciados gobernantes, Sé que esta petición puede parecer desproporcionada y sobrepasar los límites de lo racional, pero me consta que una de ley con estas características es viable porque desde hace más de veinte años viene aplicándose en el sistema educativo con extraordinario (y pavoroso) éxito.

Sin otro particular, les saluda atentamente.
Walter Nasello Geanfrancisco.

Sobre el fracaso de los pedagogos

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