El estado de bienestar no solo ha conseguido que tu fondo de armario y tu casa pasen de moda sino también todas tus costumbres y tu propia identidad. Hay caras que ya no se llevan. Dejas de ver a alguien unos años y puede que no lo vuelvas a reconocer si no se identifica La confusión humana es tal, que lo que antes daba verguenza, hoy da envidia.
Es prácticamente imposible difamar a nadie porque, exceptuando a los políticos y los banqueros, ya no hay nada deshonroso en esta vida.
La televisión retransmite simultáneamente la misa del papa en Roma y una entrevista a una estrella del cine porno, cuyo único mérito es tener el esfínter como un donut de chocolate, gracias a una dilatada carreta, de abusos. Un caníbal japonés se come a su novia, y después de cumplir condena, lo contratan para dar conferencias. Un hombre cambia de sexo porque quiere ser lesbiana. La mass-media de todo el mundo da fama y gloria a los seres más vulgares y repugnantes de la creación, que sirven de ejemplo de “lo que hay que hacer para triunfar en la vida”. No es sarcástica esta pregunta, pero; en un mundo delirante ¿de qué sirve ser cabal?